La Historia de las Voyager
La historia de las Voyager, los mensajeros interestelares de la humanidad
¿No es simplemente alucinante? Y lo más sorprendente es que se trata de imagenes tomadas hace más de treinta años.
El 5 de septiembre de 1977, hace ahora casi 35 años, la Voyager 1 despegó desde Cabo Cañaveral a bordo de un cohete Titán 3E-Centaur. A pesar de su nombre, la Voyager 1 fue lanzada después que su hermana -lanzada el 20 de agosto de ese mismo año-, pero como debía seguir una trayectoria más rápida hasta Júpiter, la NASA consideró que era mejor reservar el numeral ‘1’ para la primera nave que llegase al gigante joviano. En realidad, las Voyager debían haber pasado a la historia como las Mariner 11 y Mariner 12, y sólo a última hora -el 4 de marzo de 1977- se decidió bautizarlas con un nombre menos anodino y más acorde con su histórica misión. La elección del nombre corrió a cargo del equipo de la misión, quien también propuso nombres como Nomad o Pilgrim. Un programa de la NASA de finales de los años sesenta para mandar varias sondas a Marte también se había llamado Voyager, así que la elección causó cierto revuelo en la NASA por temor a que se confundieran los dos proyectos.
El Grand Tour, la oportunidad del siglo
La misión de las Voyager fue única en un sentido estricto. El destino quiso que los planetas exteriores del Sistema Solar se alineasen a finales de los años 70 para permitir que una nave espacial pudiera visitarlos en pocos años mediante maniobras de asistencia gravitatoria sin necesidad de consumir combustible. Fue una verdadera suerte que esta alineación se produjese justo cuando la humanidad había aprendido a viajar por el espacio. Si el Sputnik hubiese sido lanzado una década más tarde no habríamos podido aprovechar esta oportunidad y tendríamos que haber esperado a mediados del siglo XXII para que se volviese a repetir. Qué cortas son nuestras vidas comparadas con el movimiento de los planetas.
El primero en darse cuenta de las posibilidades prácticas de esta alineación planetaria fue Gary Flandro, un posgraduado del laboratorio JPL de la NASA. Flandro se basó a su vez en los estudios de Michael Minovich, un científico del JPL que en 1961 había detallado cómo llevar a cabo una misión a Mercurio utilizando la asistencia gravitatoria de Venus, esquema que finalmente sería usado por la sonda Mariner 10. Minovich también había estudiado en 1962 posibles misiones a los planetas exteriores y había llegado a la conclusión de que se podía lanzar una sonda a varios planetas exteriores en las ventanas de 1962-1966 y 1976-1980. En 1964, Flandro refinó los cálculos de Minovich y se dio cuenta de que una sola sonda lanzada en 1976-1978 podría visitar los cuatro planetas exteriores, o bien varias combinaciones de los mismos además de Plutón. La última vez que los planetas se habían alineado de forma parecida fue en 1801. Para apreciar el alcance del descubrimiento, hay que tener en cuenta que una misión sin asistencia gravitatoria que use métodos de propulsión convencionales tardaría treinta años en llegar a Neptuno…¡treinta años!. Y sin embargo, usando esta maniobra, sólo necesitaría doce. Flandro no se lo podía creer. La naturaleza había puesto a los planetas exteriores al alcance de la humanidad. Y durante unos días fue la única persona en el mundo que lo sabía.