La llave en la puerta (salir de noche)
Comparte en casa, con tus padres, tu familia, durante 5 minutos este breve texto…. seguro que se van a sentir valorados
A veces hay que ponerse en el lugar de nuestros padres y valorar lo que hacen por nosotros, reflexionar que en verdad se preocupan por nosotros porque nos quieren y somos lo más importante para ellos.
Párate un momento a leer este texto publicado por Lucía Méndez en El Mundo, titulado «La llave en la puerta»
«De madrugada, con un ojo puesto en el móvil que reposa en la mesilla por si llega un whatsapp y el oído en la puerta por si suenan las llaves, hizo memoria y no fue capaz de atrapar el momento en el que la niña se hizo mayor. De la noche a la mañana, cambió las piscinas de bolas por las discotecas light, Los Aristogatos por Hannah Montana y la game boy por el Twitter. En un instante, las fotos de aquel bebé con diadema rosa dejaron paso al perfil de Facebook con sugerente camiseta de tirantes y labios pintados de rojo. En algún momento, Zac Efron fue sustituido por David Guetta y el canal Disney por los macroconciertos de famosos DJ con mucho ruido, mucho alcohol y una marcha que alucinas. Mucho más deprisa todavía, pensó dando vueltas en la cama esperando escuchar la cerradura, llegó el momento en el que ella misma dejó de esperar a la puerta de la discoteca donde sólo se bebe Fanta a las nueve de la noche para despedir a la niña a la una de la mañana, que es cuando ahora se sale de fiesta. Con sus taconazos y tan al descubierto. Ponte algo en el cuello que hace frío y toma un vaso de leche que la madrugada es muy larga y te puedes marear si no tienes nada en el estómago. La cabeza se le fue a la cantidad de veces que siendo un bebé la llevó a urgencias porque la fiebre no le bajaba de 39.
Todavía son las cuatro. Hasta las seis, o las siete, no hay que preocuparse. El whatsapp guarda silencio; si pasara algo ya hubieran avisado. No quiere ser tan carca como sus padres, que eran capaces de plantarse en la fiesta del pueblo a las cuatro de la mañana para llevarte a casa de una oreja. Menuda vergüenza, aunque cualquiera protestaba. Hay que ser moderno y aceptar que las costumbres y los horarios han cambiado. Ahora no hay diversión si no es a las cinco de la mañana y si no corre generosamente la ginebra por las venas.
Las cinco y al fin y al cabo tiene suerte. A ella nunca le ha pasado nada. Ha recibido una buena educación. Pero a estas horas y en una fiesta como las tres o cuatro que hay cada año en el Madrid Arena, nada bueno puede uno encontrarse. Ya se sabe cómo son esas fiestas, y los padres que no lo sepan deberían informarse. Miles de personas sin poder moverse, chicas mareadas que descontrolan, se marean y vomitan, menores con alto riesgo de caer en coma etílico. Un macrobotellón con ruido ensordecedor, cañones de luces que hacen perder el sentido de la realidad y DJ que enloquecen el cerebro. Un vecino de esta misma calle recogió a su niña en coma etílico la semana pasada. De muy buena familia, por cierto. Una pena.
Las seis y se va acercando el momento crítico. Un poco más y escuchará la llave en la puerta. Todo en orden. Vendrás cansada, un Cola Cao calentito y a dormir. Por el pasillo, pensó en los padres que no han tenido tanta suerte y nunca llegaron a escuchar la llave en la puerta.»