Inculcar la responsabilidad es la clave
El siguiente texto corresponde al artículo que Iñaki Fernández publicó amablemente en la revista de mi colegio:
Tengo el privilegio de formar parte de ese grupo de personas que tienen la labor de educar a quienes llevarán las riendas de nuestra sociedad dentro de unos años. Y no solo lo hago desde la perspectiva de docente, sino que también lo hago como padre de familia, de modo que, ese privilegio se multiplica, ya que puedo analizar la formación de nuestros niños y jóvenes desde esas dos perspectivas; unas perspectivas que, en ocasiones –todo hay que decirlo– no se sincronizan todo lo que debieran, tristemente.
Bajo mi punto de vista, y a pesar de que los tiempos cambian y la sociedad evoluciona, hay un aspecto que no debería sufrir modificaciones, salvo que sean claramente para mejorarla aún más: la educación. Y me refiero a la educación en toda su amplitud; la educación global de la persona. Esto es, una educación que hace de la persona alguien respetable, amable, bien formada académicamente, respetuosa con las demás, dispuesta a ayudar, solidaria… Y en ese sinuoso camino que es la educación considero pieza clave la responsabilidad. Creo que los padres –principalmente– y las escuelas deben inculcar a los niños y jóvenes las responsabilidades que correspondan a cada edad, desde las aparentemente más insignificantes hasta las más trascendentales. Si un niño debe respetar a dos personas que están hablando, por muy pequeño que sea y por mucho que le queramos, hay que enseñárselo. Si un niño debe aprender a lavarse los dientes, hay que hacérselo entender y motivarle para que después de cada comida se los lave. Poco a poco, irán haciéndose responsables de esos actos, los interiorizarán y los llevarán consigo siempre. Exige un esfuerzo, sí, pero… ¿quién dijo que educar era fácil?
Con los estudios pasa lo mismo: debemos conseguir generar esa responsabilidad en cada uno de los niños y jóvenes para que sean lo más autónomos posible en su formación académica, que la lideren de forma consciente. Y todo esto se consigue si se trabaja desde que son pequeños.
La evasiva estrategia –y tan recurrente para muchos padres y profesores– de excusarse diciendo que “cuando le llegue la edad, ya espabilará” es el peor de los argumentos, entre otras cosas, porque muchas veces eso no llega nunca. No debemos eludir nuestra labor de educadores; una labor que exige tiempo, paciencia, lucidez, argumentos… pero que, al final, triunfará, logrando formar jóvenes comprometidos con su propia vida y con la sociedad, a la que sabrán aportar actitud y saber.
Iñaki Fernández
Profesor de Biología y padre de familia